Todo el mundo reconoce el “juego” cuando lo ve, ya sea
en la calle, en los pueblos, en los patios de recreo, en
clase... En todas las culturas, niveles económicos y
comunidades, los niños juegan ya desde temprana edad.
A pesar de este hecho, el juego puede resultar difícil de
definir; no obstante, los investigadores y teóricos por lo
general coinciden en definir las características clave de las
experiencias lúdicas del siguiente modo:
- El juego es provechoso. Los niños juegan para dar sentido al mundo que les rodea y para descubrir el significado de una experiencia conectándola con algo que ya conocían previamente. Mediante el juego, los niños expresan y amplían la interpretación de sus experiencias.
- El juego es divertido. Cuando vemos jugar a los niños —o a los adultos—, a menudo observamos que sonríen o ríen abiertamente. Obviamente, el juego puede tener sus retos y sus frustraciones (¿A quién le toca primero? ¿Por qué no consigo que este juego de construcción se sostenga?), pero la sensación general es de disfrute, motivación, emoción y placer.
- El juego invita a la participación activa. Si observamos cómo juegan los niños, normalmente veremos que se implican profundamente en el juego, a menudo combinando la actividad física, mental y verbal.
- El juego es iterativo. Ni el juego ni el aprendizaje son estáticos. Los niños juegan para practicar competencias, probar posibilidades, revisar hipótesis y descubrir nuevos retos, lo que se traduce en un aprendizaje más profundo.
- El juego es socialmente interactivo. El juego permite a los niños comunicar ideas y entender a los demás mediante la interacción social, sentando las bases para construir un conocimiento más profundo y unas relaciones más sólidas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario